Cuando C.C. me dijo que Citroën tenía disponibilidad de la Jumpy Furgón para probarla, enseguida le dije que sí. Siempre me gustaron los utilitarios y vehículos comerciales. En otro momento de mi vida, he manejado durante miles de kilómetros una Ford F-7000 de principios de los ’90. Claro, ahora hacía tiempo que no me subía a algo que superara ampliamente los mil kilos de carga. Me divertía.
Manejé durante una semana una Jumpy L3 HDi 115 MT6 Business de 764.500 pesos. La crítica completa se reproduce a continuación.
POR FUERA
Lo primero que me impactó de la Jumpy fue su tamaño. Basado en fotos, me imaginaba algo más corto. No. Son 5.30 metros de largo por 1.93 de alto y 2.20 de ancho (si llegamos hasta los espejos). Sí, si: enorme, aunque con dimensiones que nos permiten movernos bastante fácil por la ciudad y pasar por debajo de los límites de altura en los peajes (sin pagar de más).
El diseño es agradable para ser un utilitario y, decididamente, ver la Jumpy bien de frente es mirar su mejor perfil. Paragolpes de plástico negro, que arranca bien arriba, los faros alargados y sobre los costados y el doble chevron marcando el ADN familiar. Ya lo sé, es la versión gemela (pero de otra rama familiar) de la Peugeot Expert. Las dos tienen las trompas mejor logradas de este segmento del mercado.
Se ensamblan en Uruguay, donde paradójicamente no se comercializan. Utilizan la plataforma conocida como EMP2 del Grupo PSA (la misma de las Peugeot 3008 y DS 7 Crossback). La Jumpy también tiene una hermana europea para ocho pasajeros: la SpaceTourer (leer crítica). Datos que sólo nos interesa a los nerds de los autos, pero datos al fin.
La vista lateral es eterna, parece que no terminara nunca. Sólo hay puerta lateral del lado derecho y es corrediza. La explicación es lógica: está del lado de la vereda (si estacionamos bien). Yo, particularmente, hubiese preferido puerta de ambos flancos, para trabajar más cómodo en depósitos y playones.
En la parte trasera el portón es doble-vertical, dejando una superficie de carga baja, cómoda y plana. Las puertas traseras abren hasta ponerse en línea con los laterales de la caja, aunque con una simple palanca las liberamos para que abran unos 20 grados más.
El voladizo trasero (parte de carrocería entre el eje trasero y el final de la carrocería), a simple vista parece demasiado largo. Nada grave, porque no tocó nunca en cunetas o badenes, pero a mi vista hubiese preferido las ruedas más cerca del paragolpes. Las llantas son de chapa en 16 pulgadas con neumáticos 215/65 R16 y el auxilio en el mismo tamaño.
POR DENTRO
Subirse a un utilitario de este tamaño implica una cierta técnica, porque si no terminás haciendo maniobras extrañas para sentarte al volante. O será que soy torpe, directamente.
La posición de manejo es buena, aunque hubiese necesitado unos centímetros más atrás el asiento, algo imposible porque hacía tope con la pared de chapa que divide el habitáculo de la caja. La primera sorpresa es empezar a acomodar volante (sólo en altura), espejos y…¡sorpresa! El espejo retrovisor que va en el parabrisas no está. No, no es falta de equipamiento sino que es un elemento que no serviría para nada: no hay vista hacia atrás por el medio de la Jumpy.
Los dos retrovisores laterales tienen dimensiones generosas que ayudan mucho a saber quién viene y dónde vamos cuando retrocedemos.
El equipamiento es bastante completo: retrovisores y levantavidrios eléctricos, aire acondicionado, airbags para conductor y acompañante, radio AM/FM con Bluetooth, auxiliar y entrada USB. No tiene reproductor de CD.
Hay tres butacas en el habitáculo, aunque las dos de los acompañantes están unidas por el respaldo. Cinturones de seguridad de tres puntos para todos e inmejorable espacio para piernas, excepto para el del medio (deberá lidiar con la palanca de cambios). Eso sí, si uno de los dos acompañantes es rellenito (hola, amigos), se va a complicar la comodidad lateral.
El tablero es muy simple y completo a la vez. Simple de diseño y lectura, con buena de información: cuentavueltas, velocímetro, combustible, temperatura, todo por aguja. A eso se le agrega la computadora de a bordo y luces testigo.
Arriba de la consola central hay un hueco que es el típico que tienen los utilitarios de reparto para colocar allí carpetas, recibos, biromes y un enorme etcétera. En los bordes hay dos portavasos geniales por dimensiones y ubicación.
Un par de cosas más que tiene la Jumpy: toma de 12 volts, control de velocidad crucero y regulación de la altura de las luces desde el interior. A esto le sumamos una guantera con tapa y tres huecos más para guardar cosas, más los guardacosas de las puertas.
Un gran detalle: en la caja, detrás del asiento del acompañante, hay una tapa que permite pasar objetos largos de la parte trasera hasta el habitáculo, pudiendo así transportarse elementos de hasta 4 metros. Obviamente, la butaca se levanta para facilitar el acceso de la carga al habitáculo.
La caja de carga es plana y tiene una capacidad de 6.1 metros cúbicos. Las dimensiones de la caja son: 1.397mm de alto, 1.628 de ancho y 2.862 de largo. La carga útil máxima es de 1.500 kilos. Para manejarla, se necesita tramitar el Registro Único Del Transporte Automotor (R.U.T.A).
SEGURIDAD
La Citroën Jumpy viene con ESP, ABS con repartidor de frenado, ayuda al frenado de emergencia y control de tracción (ASR). También cuenta con ayuda para arranque en pendiente y faros antiniebla delanteros y traseros.
Viene con doble airbag frontal. Citroën asegura que la bolsa del lado derecho protege a los dos acompañantes. No hay pruebas resultados de pruebas independientes de choque que permitan corroborarlo.
MOTOR y TRANSMISIÓN
El motor es el HDI L3, con 1.560 cc, 115 CV a 3.750 rpm y un torque de 300 Nm a 1.750 rpm. Utiliza diesel Grado 3 (el más caro) y el tanque tiene una capacidad de 69 litros. La caja es manual, de seis velocidades.
El sistema de escape cuenta con AdBlue (urea), para mejorar el funcionamiento del filtrado de partículas y cumplir con la normativa Euro 5. Este líquido se carga por el costado izquierdo de la carrocería, al costado del asiento del conductor y el motor enciende una señal cuando necesita ser recargado.
El depósito de urea alcanza para 15 mil kilómetros (lleva 20 litros, que cuesta unos 800 pesos, según la zona donde lo compres). Los intervalos de servicio de mantenimiento de la Jumpy son cada 20 mil kilómetros
COMPORTAMIENTO
Primera sensación al volante: salgamos tranquilos, para empezar a conocer las dimensiones de lo que estoy manejando. Si bien no conduzco un citycar todos los días, los 5.30 metros de largo de la Jumpy hacen que arranquemos con respeto. Es un metro más largo que un auto común.
Segunda sensación: buscar el espejo retrovisor central una y otra vez, hasta que el cerebro se acuerde de que no: en la Jumpy no está.
El manejo es fácil y dócil, pero algunos ruidos y saltos te recuerdan que estamos en un utilitario. Con la caja vacía o cargada, el motor es muy ágil. Acelera muy bien, sobre todo cuando llegamos a las 2.000 rpm. De ahí en adelante parece otro motor, mucho más brioso y casi que no parece el propulsor de un utilitario.
Acelera de 0 a 100 km/h en 13,4 segundos (sin carga) y alcanza una velocidad máxima de 160 km/h.
En ciudad, más allá de las obvias limitaciones por el tamaño, es fácil moverte con la Jumpy. La dirección asistida ayuda mucho y el diámetro del volante también. Al momento de estacionar se complica bastante con la casi nula visibilidad hacia atrás. Debería tener una cámara de retroceso. También podría ofrecer sensores de estacionamiento. Se aliviarían bastante las maniobras.
En ruta, la Jumpy va cómoda y la posición de manejo invita a llenar el tanque, manejar, manejar y manejar. Si a esto le sumamos una caja de seis marchas y control de velocidad crucero, ya no hay dudas: pide ruta. Sólo faltaría el reproductor de CD. Perdón, soy viejo.
La caja de cambios es cómoda de operar, aunque cuesta encontrar la sexta. El tacto de los frenos es raro: casi no tienen recorrido entre empezar a frenar y frenar mucho. Y, cuando digo, es mucho. Cuesta adaptarse a esa forma de presionar el pedal, aunque puede haber sido un tema de regulación de la unidad probada.
Algo que me sorprendió fue el ruido a “tope” de suspensión en algunos lomos de burro o bajadas de cordón. Es como que el amortiguador llegaba a su límite de expansión. La Jumpy no pierde la trayectoria ni nada ligado a la seguridad, pero el ruido es incómodo.
Los consumos son bastante contenidos, con cifras entre 7,8 litros cada 100 kilómetros en ciudad y 7 litros en ruta.
CONCLUSIÓN
Me terminé encariñando con la Citroën Jumpy. Sentado al volante, ni te acordás que estás manejando un utilitario. El conjunto de motor-caja ayudan mucho en eso.
La capacidad de carga es más que buena y, charlando con usuarios de vehículos de la competencia, no dejaron de elogiar el diseño y la caja de sexta. Otro tema: el logo de Citroën atrae a varios, a pesar de que está lejos de ser una marca con gran tradición en este segmento en nuestro país. ¿Será el efecto Berlingo?
¿Las deudas de la Jumpy? El ruido seco de la suspensión y la visibilidad trasera nula, sin ningún tipo de ayuda. Este último punto es algo básico, para un vehículo donde se pasará todo el día haciendo maniobras en espacios reducidos.
Justo en la semana de esta prueba, Citroën Argentina lanzó a la venta una versión furgón mixto de la Jumpy. Tiene una segunda fila de asientos para tres pasajeros más (con anclajes Isofix para dos sillas infantiles) y todavía conserva un excelente volumen de carga: cuatro metros cúbicos.
La versión furgón cuesta 764.500 pesos y la furgón mixto trepa hasta 849.500 pesos. La mecánica y el equipamiento es el mismo para las dos variantes.
Citroën Argentina anunció hace un año que quiere pisar fuerte en el negocio de los vehículos comerciales. Las nuevas Jumper y Jumpy confirman que se tomaron la promesa en serio. Ojalá que pronto le toque también el turno de renovación a la Berlingo.
Texto y fotos: Orly Cristófalo
Agradecimiento: Mercado Central de Béccar y Rodrigo Barcia
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La Citroën Jumpy (y su gemela, la Peugeot Expert) llegan a la Argentina importadas de Uruguay.
Tiene puerta corrediza sólo del lado derecho.
Un vehículo de trabajo, con la misma Plataforma EMP2 de -por ejemplo- el Peugoet 308 S GTi.
Acelera de 0 a 1.500 kilos de carga en el tiempo en que lo disponga tu espalda.
El tablero no tiene firuletes digitales, pero es más claro que en el nuevo C4 Lounge (leer crítica).
Viene de serie con control de crucero.
Caja de sexta y equipo de audio con Bluetooth. Perdón por la mugre, estamos trabajando.
Mucho espacio para guardar objetos.
Capacidad para tres pasajeros, cada uno con su cinturón de tres puntos y apoyacabezas.
Si no se usa el asiento central, se convierte en una mesita de trabajo.
Zona de carga con 6.1 metros cúbicos de volumen. No hay revestimiento en el piso. Se rayará, de manera indefectible.
Las puertas traseras se puede destrabar, para abrir más allá de su ángulo normal.
Cornamusas en el piso, para fijar la carga. El gancho con cinturón de seguridad no viene en la Jumpy. Era del Willys de Orly Cristófalo.
Motor económico y con buen torque, unido a una buena caja de seis velocidades. Lo mejor de la Jumpy.
Es un turbodiesel Euro 5, así que sólo admite combustible Grado 3.
Utiliza urea para reducir las emisiones contaminantes. Se recarga cada 15 mil kilómetros.
Las maniobras de estacionamiento son complicadas: no hay sensores, ni cámara de retroceso, ni luneta trasera.
La Jumpy acaba de ampliar su oferta con la llegada de un Furgón Mixto para seis pasajeros (leer más).